Toronto, 12 de agosto de 2017
!!Hola!!
Bueno, por fin encuentro un ratito para escribirte esta carta. Ya te conté que después de un año viviendo en Toronto ya solo nos queda un mes aquí. El 1 de agosto nos vamos a recorrer Canadá, o mejor dicho el oeste de Canadá en nuestro viaje de Toronto al Pacífico. La idea es ir de Toronto hasta el océano Pacífico, un poco más allá de Vancouver en coche. Para que te hagas a la idea son algo más de 4.500Km solo la ida que es como ir de Sevilla a Moscú (cuando pienso en este viaje haciendo la equivalencia de kilómetros en Europa me pregunto si no se nos esta yendo la pinza un poco…). En el camino visitaremos parques nacionales y provinciales y probablemente como casi todo el mundo ha predicho nos aburriremos de conducir por las llanuras interminables de Canadá.
Este último año ha pasado muy rápido, casi sin darme cuenta. Parece que hace dos días cuando te escribía diciéndote que habíamos llegado sanos y a salvo a Montreal y que íbamos a visitar Quebec y el este de Canadá en coche.

Llegar a una nueva ciudad para mi es muy emocionante, es como tener un mapa en blanco. Blanco porque no conozco nada. Desde el primer instante que comienzo a caminar por la ciudad empiezo a colorear mi mapa. Desde el primer momento, cuando voy del bus o del aeropuerto hasta dónde me aloje y después esos primeros días en los que empiezo a recorrer la ciudad, cámara de fotos en mano. Todo me impresiona, todo es nuevo, todo es la primera vez. Voy a ver lo que las guías dicen que es interesante y lo que la gente me recomienda. No quiero perderme nada, na-da.
Poco a poco mi hoja en blanco empieza a tener zonas coloreadas, pero todavía inconexas. No se muy bien como llegar de un sitio a otro, no soy capaz de calcular distancias. La ciudad parece enorme porque todavía no la conozco bien. Y ya sabes que cuando no conocemos algo siempre nos intimida un poco.
Después de dos o tres meses viviendo y recorriendo la ciudad ya más o menos toda la hoja esta coloreada. Ahora ya se calcular tiempos y medios de transporte para ir de un sitio a otro, evito las horas puntas que antes me pillaban por sorpresa. La ciudad no me parece tan grande, ya se los atajos, dónde puedo encontrar lo que necesito los sitios que me gustan más y los que me gustan menos. Ya casi soy como un local, si alguien me pregunta por direcciones casi seguro que le puedo ayudar.
Es en ese momento cuando ya todo deja de ser novedad. Cada vez me cuesta más esfuerzo coger la cámara de fotos “buena” cuando salimos a dar un paseo, porque total “solo estoy yendo a downtown y ya he estado allí como mil veces”. Es como si tú pasearas por tu ciudad, en la que has vivido toda tu vida, ¿te llevarías la cámara de fotos?, no claro, porque total, es lo mismo de siempre, ya la conoces. Ya nada es novedad, nada te sorprende. A todas la ciudades les llega un momento en el que andamos por sus calles sin prestar mucha atención, metidos en nuestros pensamientos o (peor aún) en la pantalla de nuestro móvil. La ciudad es solo el escenario dónde nuestra rutina se desarrolla, ya no es más un sitio novedoso o asombroso.
Recuerdo cuando llegamos a Toronto, el primer día, cargados con kilos y kilos de maletas y mochilas. Hacía mucho calor y los apenas 200 m que recorrimos de la estación de autobuses a la parada del bus me parecieron eternos. Esperamos el bus en la esquina de Bay con Dundas. Desde la esquina se pueden ver todos los supercondos (rascacielos de viviendas) que suben por Bay y en sentido contrario al fondo se ven todos los rascacielos de downtown. A menos de 300 m esta la plaza Dundas y a poco mas de 300 esta la plaza Nathan Phillips Square. Ambas son puntos neurálgicos de la ciudad, que durante este año he visitado innumerables veces, pero eso aún no lo sabía yo. Esa esquina fue el primer rincón coloreado en mi mapa en blanco. Y en aquel momento parecía una esquina alucinante.
Poco más de un mes después se convertiría en la esquina por la que pasaba corriendo todos los días porque llegaba tarde al trabajo y ya nunca prestaba atención ni a los condos ni a los rascacielos de Downtown, era una esquina más, sin importancia ni interés.
Ahora, cuando solo queda un mes de vivir en Toronto empieza como una especie de cuenta atrás. Vuelvo a ir a downtown, a Dundas Square o a Nathan Philiph Square por enésima vez, pero esta vez no lo pienso dos veces, me llevo la cámara seguro, porque ¿y si es esta la última vez que paso por allí?
Cada vez que salgo de casa es un poco como que tengo que despedirme de los sitios a los que voy porque verdaderamente puede ser la última vez en mi vida que vuelva a estar en ellos. Y eso es mucha presión.
Vuelvo a impresionarme con todo, quiero volver a todos los sitios de la ciudad dónde he estado antes, intento mirar todos los detalles, guardarlos en mi cabeza, hago fotos a todos los rincones. Porque “sí, esta es la millonésima vez que estoy en Dundas Square pero quizás las fotos que saqué antes no están bien hechas y quizás no vuelva a venir aquí…mmm… mejor tomo más fotos”. Si esta va a ser la última vez quiero recordarla perfectamente, recordar cada detalle, cada sonido, cada olor, cada una de las cosas que durante un tiempo pasaron desapercibidas porque sabía que al día siguiente podía pasar por allí otra vez.
Parece que los humanos solo vivimos las cosas intensamente cuando es la primera o la última vez. Ya lo decía la canción, “Besame, besame mucho, como si fuera esta noche la última vez”. Así de extremistas somos la mayoría, ¿o acaso tú miras embelesado tu ciudad como lo hacen los turistas que la visitan?. Venga no me engañes, no, seguro que no.
Quizás por eso viajar es como una droga, porque cada día del viaje ves cosas que es la primera o la última vez que vas a ver, y vives todo de esa forma más intensamente y eso engancha. Pero porque no llevar esta intensidad a cualquier vida, por más cotidiana que sea.
El otro día me dijo mi hermana que yo siempre usaba la expresión “como si no hubiera un mañana”. ¿Y sabes qué te digo? Que vivamos y disfrutemos la vida como si no hubiera un mañana. No dejes escapar los pequeños detalles, que a veces son los que hacen la diferencia.
Como decía Steve Jobs, “Si hoy fuera el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?… Sigue hambriento, sigue alocado”.
Bueno, dejo de ocupar tu tiempo con mis reflexiones, que sepas que no será la última carta, pero espero que la disfrutes como si lo fuera!
Un besico!
María.
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Que post tan chulo!
Muchas gracias guapa!