LA OLVIDADA CIUDAD DE CHIATURA.

Estaba todavía en Kutaisi y la dueña del hostel, una mujer mayor que parecía la abuela de todos los que estábamos allí, se sentó a mi lado mientras cenaba. En su francés super básico (único idioma que compartíamos) me preguntó a dónde iba al día siguiente. “A Chiatura” respondí. “Ohhh Chiatura, tres belle” dijo al mismo tiempo que con su mano hacía un gesto que evocaba a tiempos pasados. “Maintenant…” con la cara un poco arrugada y balanceando la mano en un gesto de que no, de que ya no era bonito.

Había oído muy poco sobre Chiatura, en la lonely planet ni siquiera aparecía. Había visto por casualidad una foto de los famosos telecabinas en el facebook de un amigo que había conocido en Tiflis durante el viaje.

Chiatura en una ciudad minera situada en el fondo de un valle bastante cerrado. Desde 1879 es el mayor centro de producción de manganeso en el Cáucaso. Para el 1905 unos 3700 mineros trabajaban 18h al día, durmiendo en las minas siempre cubiertos en hollín. Ni siquiera tenían baños.

Debido a la gran pendiente que tiene el valle los trabajadores perdían mucho tiempo y energías en subir y bajar de las minas. Para aumentar su productividad en 1954 se construyó en la ciudad un sistema de telecabinas como transporte público para “facilitar” a vida de los mineros o mejor dicho, para que trabajaran más.

Llego a Chiatura la mañana siguiente con la suerte de que la marchutca me deja justo en el desvío al hostel que había visto online.

Dejo la mochila, descanso un poco y me voy a dar un paseo. En realidad no tengo muchas aspiraciones, ver los telecabinas, dar un paseo, comer algo y volver.

El hostel esta un poco a las afueras del pueblo. Ya de camino se ve un cable cruzar por encima de la carretera desde lo alto de un lado del valle hasta lo más profundo del otro lado a lo que parece una fábrica. Por debajo de la linea hay una serie de cables que no entiendo muy bien . Ese en realidad no es un telecabina para personas sino que transporta pesados carretillos de la mina que esta en lo alto hasta el edificio de procesamiento abajo. Al ver pasar los carretillos me doy cuenta de que la maraña de cables por debajo del cable principal trataba de ser una malla de protección ante la caída del carretillo. Aunque en realidad poco protege ya.

Sigo caminando y un poco más allá los dos primeros tele cabinas del pueblo salen de la estación, flotanto en medio de la carretera en su ascenso. Decido dejarlos para más tarde y sigo caminando por la ciudad.

Telecabinas flotando sobre la carretera en Chiatura
Telecabinas flotando sobre la carretera en Chiatura

Encuentro un telecabina más, antiguo, en estado de ruina, pero que no esta en funcionamiento.

Telecabinas abandonados
Telecabinas abandonados
Rincones olvidados
Rincones olvidados

Y aquí es cuando me adentro un poco más en la ciudad y empiezo a apreciar que Chiatura no son solo los telecabinas.

Sigo las vías del tren hasta la ahora abandonada estación. Ventanas rotas, muros interiores medio demolidos, graffitis y algo de vegetación creciendo por todos lados en lo que antes fue el edificio principal de la estación de trenes. Un poco más allá varios edificios abandonados.

Estación de trenes abandonada en Chiatura
Estación de trenes abandonada en Chiatura
Estación de trenes por dentro
Estación de trenes por dentro

En alguna de las ventanas de los pisos habitados se asoman algunos hombres sin camiseta mientras fuman haciendo el ambiente más decadente si cabe. Lineas con ropa tendida se suspenden desde las ventanas hasta los árboles cercanos, cubriendo ciertas partes de la calle en un tenderete de sábanas y ropa mojada que llega a ras de suelo.

Ropa tendida en medio de la calle
Ropa tendida en medio de la calle
Gallinas campando a su antojo
Gallinas campando a su antojo
Edificios soviéticos se entremezclan con las casas típicas georgianas todo en un ambiente de decadencia y olvido.
Edificios soviéticos se entremezclan con las casas típicas georgianas todo en un ambiente de decadencia y olvido.

De tan decrépito es mágico, parece un escenario que no pertenece al tiempo actual.

De vuelta a lo que es el centro de la ciudad paso por enfrente de la nueva estación de telecabinas que están construyendo para cuatro de las lineas que están siendo renovadas. Muy nuevas sí, pero cero encanto.

Los comercios son de los más pobres que he visto en toda Georgia. Una carnicería que vende también juguetes, material escolar y pingos varios, todo medio mezclado. Las tiendas de ropa son cubículos con ropa amontonada sobre unas mesas y algunas piezas colgadas en perchas de exposición en el exterior. Algunos puestos con vegetales por la calle. Y ningún restaurante. O bueno, tres, pero cerrados todo el tiempo que estoy allí. ¿Tan pobres serán que ni los restaurantes abren?

Tienda de ropa
Tienda de ropa
y otra...
y otra…

Sigo caminando, la gente me mira y yo saludo “gamaryoba!”. Todos sonríen cuando hablas su idioma. Unos hombres juegan a las cartas y otros muchos miran. Paro, pido permiso para hacer la foto. Me dejan. Después de hacer la foto común todos quieren que les haga un retrato a ellos y posan sonrientes. Siempre me parece curioso eso. Les enseño las fotos que he hecho, pero no me piden que se las envíe ni nada. Miran orgullosos su aspecto en la foto, sacan pecho y sonríen todos.

Jugando a las cartas
Jugando a las cartas
Hazme una foto!
Hazme una foto!
Foto a mi también!
Foto a mi también!

Vuelvo hacía los telecabinas y en una de las tiendas en las que previamente he saludado al dueño en la calle le saludo otra vez. Me sonríe y me invita a pasar. Pone una silla en medio de su tienda que no sabría identificar bien que vende y me ofrece avellanas. Después de unas cuantas me ofrece café, como rechazo me ofrece chacha (la bebida alcohólica típica de aquí). No habla inglés, me pregunta en una mezcla de idiomas que de dónde soy, mi nombre, nos damos la mano. Sigue pelando avellanas. Después de unas cuantas sonrío agradecida y me despido. Me ofrece más avellanas para que me lleve en la mochila, pero bromeo que no tengo con que abrirlas y finjo que me llevo el trozo de tubería de acero con el que ha estado abriéndolas. Sonríe ampliamente, de corazón.

Una vez en los telecabinas veo que una de las lineas sale de dentro del edificio, la otra está afuera. Ambas cruzaban el valle, cada una en una dirección.

Decido entrar dentro del edificio para tomar esa primero. Hay 3 mujeres esperando sentadas en un banco. La cabina parada. En el interior de la estación las paredes parece que están mudando de piel. Un grafiti de un minero me mira junto a las 3 mujeres.

Mis tres amigas del telecabina unto al minero
Mis tres amigas del telecabina unto al minero

Pregunto con gestos que a que hora sale el telecabina. Encogimiento de hombros por parte de la mujeres. ¿Cuánto cuesta? Pregunto. “Ara, ara” responden (no, no). Decido esperar y ver que pasa.

Los cables del telecabina, los amarres, las poleas y el propio telecabina están totalmente oxidados, hasta un punto que parece que se van a autodestruir en cualquier momento. Algunos carteles avisaban en georgiano, ruso e inglés que el número máximo de pasajeros es 7 y que la frecuencia es cada 10 minutos.

He ahí el telecabina, bien oxidadico por todo
He ahí el telecabina, bien oxidadico por todo

Pasan quizás 15 minutos y de repente se escucha un timbre. Las tres mujeres saltan de su banco para subir en la cabina. Yo hago lo mismo. No pago, nadie me pide pagar. Dentro de la cabina una mujer esta sentada en una esquina sobre una tabla encajada en los lados de la cabina. Sobre su cabeza, en la esquina, un teléfono metálico como la cabina que parece terriblemente pesado. Es la “conductora”.

Las ventanas de la cabina son tan viejas y amarillentas que apenas se puede adivinar la ciudad al otro lado. Una de las mujeres abre orgullosa una de las ventanas y me señala que podía mirar por ahí y hacer fotos.

Pregunto a la “conductora” si puedo echarle una foto. “Ara minda” dice (yo no quiero). Bromeamos un poco, pero no se deja.

De camino en el telecabina
De camino en el telecabina
Chiatura desde lo alto
Chiatura desde lo alto

Arriba se llega a la estación, un edificio que debió ser esplendido en su día, pero que ahora parece escenario de una peli de terror. Unas escaleras imperiales suben hasta el nivel de la calle dónde se ubican un par de edificios que están en peor estado si cabe que los de abajo.

Cerrando bien las puerta
Cerrando bien las puerta
Arriba me esperan edificios en estado de medio abandono, gallinas y cerdos sueltos y este hombre con su coche que tiene más años que yo.
Arriba me esperan edificios en estado de medio abandono, gallinas y cerdos sueltos y este hombre con su coche que tiene más años que yo.

Me doy un paseo, llego a una cruz roñosa que se alza en el borde de la colina con vistas a la ciudad. Tomo algunas fotos y vuelvo hacia la estación, viendo gallinas y cerdos comiendo sueltos en la calle.

Antes de bajar las escaleras a la estación un chico y un hombre algo mayor me miran divertidos y me dicen algo. Me acerco, me preguntan de dónde soy y se alegran al escuchar que soy de España. Nos hacemos una foto junto con su coche que es más viejo que yo. El mayor apesta a alcohol. Quieren las fotos, así que intercambio facebook con el joven y le envío las fotos. Esa noche me enviará varios emoticonos de besos con corazón, y horas después unos interrogantes. Por sus foros veo que está casado y tiene un hijo.

Foto de grupo!
Foto de grupo!

Bajo de nuevo a la estación y cojo el otro telecabina, el que sube a la colina de enfrente. Ahí no hay “conductora” solo una mujer sonriente que sube como yo. Las ventanas son como ventanucos de camarote con rejilla que permite entrever el exterior. La puerta se cierra, nos deja casi a oscuras dentro de la caja metálica que tiene más años que mis padres. Subimos.

Subiendo en el segundo telecabina
Subiendo en el segundo telecabina o caja metálica oxidada

La mujer no para de sonreír. Ya arriba salimos y mi compañera habla con la que controla el telecabina arriba. Nos sonreímos, les pregunto si puedo hacer una foto y aceptan, pidiéndome luego que nos hagamos un selfie en el que salgamos las tres. Se arreglan el pelo y sonríen. Pese al escenario desolador que nos rodea parecen muy felices. Ellas me hablan en georgiano, yo les contesto en español. La conversación traducida tiene que ser graciosa. No nos entendemos pero sonreímos todas.

Con mis amigas del otro telesilla
Con mis amigas del otro telesilla

Un poco más allá, en lo alto de la colina solo hay un edificio que parece casi abandonado y más viejo que el propio país. Una mujer, tan vieja y arrugada como el edificio mira por la ventana. Pienso que la vista que tiene desde ahí no es muy bonita y en cuantas horas dedicará al día a mirar por esa ventana por la que en el mejor de los casos verá pasar a algún turista que se atrevió a subir en el telecabina.

Edificio solitario en lo alto de la colina
Edificio solitario en lo alto de la colina

Bajo de vuelta en el telecabina, esta vez sola. Da miedo, parece como una cárcel oxidada.

Vuelvo a buscar un restaurante sin éxito, así que compro algo de fruta y pan y vuelvo a mi hotel a las afueras con la grata sensación de que ir a Chiatura mereció la pena. No solo por sus telesillas sino por ese ambiente tétrico y decadente de los sitios que fueron bonitos en un tiempo pasado y ahora cayeron en el olvido.

Chiatura ciudad olvidada
Chiatura ciudad olvidada

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Octubre 2018

2 thoughts on “La olvidada ciudad de Chiatura

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